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Incertidumbre, aludes y otros entrenamientos

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'Scorpion in Question' photo (c) 2007, Matt Reinbold - license: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/
'Scorpion in Question' photo (c) 2007, Matt Reinbold - license: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/

Hoy escribo este post al hilo de un artículo que leí el fin de semana y que acabo de recordar via tuit, aquella entrevista en la que el CEO de Spencer Stuart dice que “El talento más buscado es el que sabe gestionar la incertidumbre”. Este es un tema que he tratado alguna vez en el blog, pero hoy me viene a la mente un artículo que escribí recién comenzado 2011 y que se titulaba “esquiando la incertidumbre“. Creo que toca actualizar la reflexión con lo aprendido en estos más de dos años.

La incertidumbre no se gestiona

Cuando trabajo en talleres con clientes el tema de la incertidumbre hago un ejercicio muy sencillo pero muy visual para entender las diferencias entre predictibilidad, riesgo e incertidumbre. Es un ejercicio muy revelador (que me van a permitir que no describa aquí, por aquello de no perder la emoción del momento) que entre risas y chocolates nos permite darnos cuenta como nuestros modelos mentales – es decir, el software por el que procesamos toda información que nos llega (y la apreciación es importante) – están diseñados para intentar parametrizar toda nuestra realidad en términos de estabilidad y predictibilidad.

Y en ese entorno, podemos racionalizar en un esquema sencillo:

  • Lo que sabemos que sabemos: que es en lo que basamos nuestro día a día y, en el fondo, nuestro desarrollo profesional.
  • Lo que no sabemos que sabemos: el conocimiento implícito o intuitivo.
  • Lo que sabemos que no sabemos: que es lo que buscamos más o menos activamente cuando nos dejamos ir fuera de nuestra zona de confort.
  • Lo que no sabemos que no sabemos: lo sorpresivo, lo inimaginado, lo imprevisible, lo incierto.

Y lo cierto es que a los gestores, o managers de empresa, lo que se nos enseña es a partir de nuestras competencias y conocimientos explícitos (lo que sabemos que sabemos) para desarrollarnos en aquellas áreas inexploradas pero adyacentes:  sacando lo mejor de nosotros mismos en situaciones de estrés o de presión (lo que no sabemos que sabemos) o en movimientos adyacentes de desarrollo de carrera (nuevos puestos, nuevos retos).

También desarrollando la siempre ansiada competencia del liderazgo estratégico, que podemos definir como la capacidad de encontrar nuevos caminos para acceder por vías antes no exploradas a un objetivo dado. Es decir, la capacidad que tienen los buenos managers para adentrarse fuera de la zona de confort en los terrenos de lo que sabemos que no sabemos. A ver que pasa. En los terrenos del riesgo.

Y sin embargo, la gestión de la incertidumbre no es eso. Porque la incertidumbre no se puede gestionar. La incertidumbre está en el ámbito de lo que no sabemos que no sabemos. Porque si, al menos, fuéramos conscientes de esa carencia, estaríamos en escenarios de riesgo, de liderazgo estratégico.

Las herramientas no nos valen, bajemos a los principios.

Quizá, si acudimos a las definiciones físicas o matemáticas de los sistemas complejos o no lineales, veremos más sencillamente el porqué de lo ingestionable de la incertidumbre: si ante una pequeña acción, el sistema reacciona desproporcionada o aleatoriamente, no hay ningún mecanismo de control que yo pueda establecer para gestionar -controlar, en definitiva- la reacción del sistema.

Todos hemos oído la definición de un sistema caótico (donde la incertidumbre tiende a máximos) en base a la analogía de que “el aleteo de una mariposa en un lugar da lugar a un huracán (o no) en otro sitio”. Pues eso. Si pensamos en la incertidumbre que nos rodea desde esa perspectiva, no hay herramienta posible o entrenable que nos de una buena gestión.

¿Qué buscan entonces los de Spencer Stuart?

Pues, en mi opinión, no buscan personas que sepan gestionar los sistemas complejos o inciertos. Sino gente que sepa controlar cómo les afecta a ellos dicha incertidumbre. Y no me extraña que lo busquen con ahínco, porque en los tiempos que corren todo es incertidumbre:

  • La disminución del coste de comunicación y la facilidad para la interconexión han creado un mundo sistémico. De hecho, varios mundos sistémicos: a nivel financiero, empresarial, social, etc.
  • Los sistemas complejos tienen características intrínsecas de incertidumbre y emergencia. No son predecibles. Por tanto, el entorno en el que nos movemos, hacemos nuestra vida y nuestros negocios es impredecible. Incierto. Y lo seguirá siendo. No es coyuntural.
  • Los líderes que tienen que gestionar a las empresas u organizaciones en esos mares inciertos deben ser capaces, no ya de controlar o corregir la incertidumbre -puesto que esto no es posible- sino de detectarla, y acomodarla a su manera de tomar decisiones.

Y en base a esa revelación, hace varios años que inicié un ejercicio de desarrollo personal para entrenarme en la gestión de la incertidumbre.

  1. En un principio partí de lo que sabía. De mi esquema mental según el cual la gestión de la incertidumbre era un desarrollo competencial que podría llevar a cabo mediante entrenamiento. De modo que me lancé a un ejercicio profesional incierto, rompienzo lazos y estabilidades para ver cómo era capaz de navegarlo y “gestionarlo”.
  2. Pasado un tiempo, me di cuenta de que no daba con la manera de gestionarla. Enmarcarla, controlarla. Y en ese entorno es cuando escribí el artículo que referenciaba al principio (Esquiando la incertidumbre). El corolario era sencillo: la incertidumbre no se puede gestionar, así que disfrútala del mismo modo que cuando te lanzas esquiando por una pendiente que te da miedo. Pero en el fondo, mi aproximación seguía siendo técnica. Si miras a los de alrededor, como la esquían, algo podrás aprender.

Hoy pienso que, aunque el ejercicio de intentar gestionarla es necesario, en el fondo no hay técnicas o aprendizajes para manejarse. Creo que tenemos que bajar un nivel más y afrontarla desde un punto de vista más filosófico o espiritual.

Porque si uno se aplica en esquiar la incertidumbre con un enfoque de aprendizaje o imitación, lo más probable es que pronto se vea metido en territorios de aludes y, además, no pueda extraer consecuencias.

Incorporar la incertidumbre: un poquito de flow

Antes yo pensaba que eso de tener flow, tenía más que ver con el “groove” o el ritmo de aquellos a los que nos gusta la música. Pero también es cierto que tiene raíces más filosóficas o espirituales.

Luego empiezas a descubrir cosas como la filosofía Wu Wei, y lo aplicas a la gestión de la incertidumbre. ¿Para qué intentar controlar los efectos de un futuro que no podemos gestionar ni predecir?. ¿Porqué no, mejor, incorporar las cosas que van sucediendo a nuestro presente y a partir de ahí gestionar cómo nos afecta el presente?.

De hecho, cuando uno les pregunta a aquellos que resuelven los problemas en los entornos complejos e inciertos desde el punto de vista matemático, se encuentra con que no se trata de controlar el sistema, sino de gestionarlo: producir intervenciones en el mismo que generen una reacción o perturbación y, a partir de ahí, observar, incorporarlo.

O dicho de otro modo, exponerte a la incertidumbre y olvidarte de que existe.

Nada nuevo para algunas personas que nacen así. Duro para quienes venimos del mundo del control y la predicción.

Y tu, ¿qué opinas?


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